La superficie de la cubierta responde formalmente a una serie de condicionantes contextuales que son reinterpretados como vectores de altura. Esto permite a la superficie adaptarse a las fuerzas a las que se ve expuesta, de la misma forma que el capote se apapta a la sinergia producida entre el toro y el torero, produciendo una serie de formas articuladas y vistosas.
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